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Manuel Porcar: «Los investigadores necesitan fundar empresas»

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¿Qué aplicaciones tienen los productos que desarrolla la empresa?

Somos expertos en desarrollar microorganismos naturales que tengan aplicación industrial, pero también en hacer lo que se llama consorcios microbianos. Un número moderado de microorganismos que juntos hacen algo de interés, como, por ejemplo, el pan de masa madre. Desarrollamos consorcios microbianos para hacer productos fermentados, para descontaminar o incluso para hacer biomateriales. Tenemos un proyecto para hacer una alternativa al cuero vegano. Las bacterias hacen una celulosa superresistente que luego tratamos y convertimos en zapatos, gastando menos agua y produciendo menos CO2 en el proceso

Manuel Porcar (Vinaroz, Castellón 1972) admite que aún está aprendiendo sobre gestión empresarial, casi seis años después de poner en marcha Darwin Bioprospecting Excellence, premio CincoDías al proyecto empresarial más innovador en el campo tecnológico. Asegura que, tanto en su puesto de director ejecutivo de la compañía como siendo microbiólogo en un laboratorio, hay un factor común que es clave: la gestión de los recursos humanos. «Lo que hago es utilizar toda mi capacidad de trabajo para que la gente y la empresa estén alineados».

¿Cuál es la actividad de Darwin?

Nos basamos en la biodiversidad que hay en el planeta. Todo el mundo conoce los animales, las plantas como elementos de biodiversidad, pero hay otro mundo mucho menos conocido que son los microorganismos. Hay un trillón de especies de microorganismos en este planeta. Una barbaridad, casi infinita. Y esos microorganismos tienen aplicaciones industriales, muchos de ellos. Algunos en medicina, como son los probióticos. Y otros tienen aplicaciones medioambientales, como, por ejemplo, la biorremediación, es decir, la descontaminación de compuestos que son tóxicos mediante bacterias que se los comen. Trabajamos con microorganismos naturales que buscamos, encontramos, cazamos, y que utilizamos para desarrollar diferentes productos de aplicación industrial.

¿Solo se conoce el 0,1% de los microorganismos?

Exacto. Muchas veces se utiliza la imagen metafórica del iceberg. Pero claro, un iceberg tiene un 11% que flota y el resto está sumergido. Aquí, yo siempre digo que seríamos como un pingüino pequeño que está encima de la parte que flota del iceberg. No conocemos casi nada. Y, sin embargo, hemos conocido los microorganismos de los cuales se saca la enzima con la que se hacen las PCR. Eso era un microorganismo que vivía en el parque de Yellowstone, en las áreas termales que hay allí. Las vacunas también se hacen con microorganismos, los productos fermentados: el pan, la cerveza, el vino, el queso, el yogur. Y esto es solamente con una pequeñísima fracción, con lo cual hay una biodiversidad brutal que está aún por explorar para ver sus aplicaciones industriales.

¿Qué aplicaciones tienen los productos que desarrolla la empresa?

Somos expertos en desarrollar microorganismos naturales que tengan aplicación industrial, pero también en hacer lo que se llama consorcios microbianos. Un número moderado de microorganismos que juntos hacen algo de interés, como, por ejemplo, el pan de masa madre. Desarrollamos consorcios microbianos para hacer productos fermentados, para descontaminar o incluso para hacer biomateriales. Tenemos un proyecto para hacer una alternativa al cuero vegano. Las bacterias hacen una celulosa superresistente que luego tratamos y convertimos en zapatos, gastando menos agua y produciendo menos CO2 en el proceso.

¿Son los microorganismos la solución para acabar con la contaminación por plástico?

La biorremediación del plástico es un poco el Santo Grial de la biotecnología, es muy complicado. Las bacterias prefieren comerse, al igual que nosotros, la fibra, los azúcares, las proteínas, las grasas. Comerse un plástico es muy complicado, pero nosotros hemos llevado a cabo muestreos amplísimos, con centenares de cultivos al mismo tiempo en paralelo, y al final hemos encontrado consorcios, asociaciones de microorganismos, que degradan bastante bien varios tipos de plástico. No está la guerra ganada, no hay que ser demasiado optimista, porque es un proceso muy complicado. Pero sí que es verdad que en los últimos años hemos pasado de, prácticamente, decir que el plástico no se degradaba a saber que sí que lo hace. Tenemos que buscar aún algunos que lo hagan mejor, pero sí que estamos empezando a encontrar microorganismos que degradan plástico. Y en eso creo que nuestra empresa es una referencia.

¿Es una solución para los investigadores españoles fundar sus propias empresas?

Es una necesidad absoluta. Todos los que trabajamos en investigación sabemos que en España hay excelentes investigadores. El grave problema es cambiar un poco la percepción que se tiene de la gente que estamos con un pie en lo público y otro en lo privado. Falta cambiar un poco el chip y ver que es en ese interfaz entre lo público y lo privado donde hay oportunidades de negocio, un saber hacer, una cantidad de talento brutal y donde todo el mundo gana. Y luego, desde el punto de vista de generar riqueza, es la mejor manera de que se pueda transferir ese conocimiento que se ha generado en la universidad, y que no sea simplemente un brindis al sol.

¿Hay en España suficientes ayudas a la investigación científica?

Lo fácil es decir no, es un desastre. En la investigación fundamental académica, la que realizan las universidades y el CSIC [Consejo Superior de Investigaciones Científicas], la cantidad de dinero y esfuerzos que se dedican son claramente insuficientes. Otra cosa es el número de ayudas que hay para los proyectos de investigación, públicos o privados, que muchas veces sí que hay una cantidad de convocatorias que está muy bien.

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